Desde que vi una foto hace muchos
años me pareció un sitio especial, de una gran belleza y que desprende misterio
y magia por igual. El Mont Saint Michel es el sitio más especial que podríamos
desear para celebrar nuestro aniversario. No hay palabras para describirlo. Hay
que verlo y sobretodo sentirlo en tu propia piel. Si aún no lo habéis visitado,
os recomiendo encarecidamente que vuestra próxima escapada la hagáis a la Baja
Normandía, más concretamente a Beauvoir, y según os vayáis acercando por la
estrecha carretera que lleva al pueblo, aparecerá en la lontananza, os atraerá
hacia él como un canto de sirena… y sucumbiréis ante él. Rendíos al Mont Saint
Michel.
Varias son las maneras de llegar
al Monte Saint Michel, aunque finalmente todas confluyen en la carretera. Si la
opción que elegís es con una auto caravana, tendréis el privilegio de poder dormir
en la explanada del aparcamiento a los pies del monte, si bien deberéis pagar
un pequeño cargo de unos 9 euros por día. Y sobre todo, si la marea está baja.
Actualmente el Mont Saint Michel es accesible aún con la marea alta, pero eso
sí, accesible no significa que se pueda aparcar. La explanada del Parking se
inunda. No os preocupéis, no os vais a quedar sin vehículo. Hay carteles
informativos que indican las mareas, amén de una web donde poder informarse de
ellas con antelación.
Si la llegada la hacéis con
vuestro coche y necesitáis un alojamiento donde dormir hay dos alternativas: La
primera de ellas, bastante más cara que la otra es alojarse en uno de los
innumerables y encantadores hoteles dentro de la ciudad amurallada, en el
propio Mont Saint Michel. La segunda opción, mucho más económica, pero no tan
atractiva obviamente es en Beauvoir. Este pueblo al que vigila el Mont Saint
Michel está plagado de pequeños hoteles, restaurantes y mercados, a tan sólo un
par de kilómetros de esta maravilla arquitectónica que os va a asombrar.
Y es que si habéis visto el Mont
Saint Michel en fotos, o en internet, y os ha gustado… no habéis visto nada. Es
el tópico del lugar que desmerece con las fotos, y aun así en ellas se ve
espectacular. Imaginad cómo es verlo en directo. No lo imaginéis, no podréis a
no ser que lo hayáis visto. A medida que os vayáis acercando os parecerá más y
más asombroso. Espectacular.
Esta pequeña fortaleza está
gobernada por la gran abadía que repunta en lo alto, y al abrigo de su muralla,
un sinfín de construcciones de piedra y madera que antaño fueron casas, y ahora
son hoteles, restaurantes, alguna iglesia, y locales donde comprar todo tipo de
souvenirs y regalos referentes al Mont Saint Michel. Algo importante: en la
entrada de la ciudadela, nada más entrar en la muralla, se encuentra una
oficina de turismo.
Caminar por el recinto amurallado
del Mont Saint-Michel y visitar la ciudadela que alberga es gratuito. Podemos
pasear por la muralla rodeándola y contemplando las vistas del mar, que tanto
con marea baja como alta son espectaculares. Y podemos introducirnos por sus
calles, esas calles empedradas y en sempiterna subida en dirección a la Abadía.
Caminamos a la altura de los tejados de las casas, casi mirando dentro de las habitaciones
de algunos de los hoteles, y podemos visitar su pequeño y hermoso cementerio. E
incluso podemos darnos el lujo de degustar algún manjar autóctono, como los
mejillones, el pescado y la carne de cerdo o de ternera en alguno de sus bellos
restaurantes. Todos ellos con elaboradas comidas y unas vistas de ensueño.
Para entrar a visitar la Abadía
es necesario pagar unos 9 euros, y acompañaros de una guía de escucha,
disponibles en castellano. Os recomiendo la visita, el interior de la Abadía
responde a la belleza del exterior.
Increíbles salas, algunas de
ellas inmensas, todas de piedra y con impresionantes columnas (no en vano una
de ellas se llama la Sala de las Columnas). Grandes chimeneas y el antiguo
montacargas de madera. Capillas de vistosas vidrieras e interesantes retablos,
y el precioso jardín del claustro. Toda la Abadía está adornada en su exterior
de misteriosas gárgolas, y las vistas desde cualquier zona abierta de la Abadía
del Mont Saint Michel son espectaculares. La visita a la Abadía fácilmente
puede llevaros un par de horas. Además la ayuda de la audio-guía es de gran
valor para conocer la historia de la Abadía desde el comienzo de su
construcción, allá por el siglo X, cuando no era más que una pequeña capilla en
lo alto de una cima.
La salida de la visita a la
Abadía coincide en el punto de entrada, pero por una puerta lateral, lo cual
consigue que se eviten aglomeraciones. Cuando salgáis del Mont Saint Michel, si
vuestra visita coincide con la marea baja, dad un paseo por la arena rodeando
la muralla para descubrir la trastienda del Mont Saint Michel. La parte de
atrás es igualmente espectacular, y se magnifica el concepto de fortaleza del
lugar. También descubriréis una pequeña capillita en lo alto de una roca, sólo
visible si hacéis este pequeño rodeo, que merece la pena. Así como contemplar
esta maravilla del mundo tanto de noche como de día. El encanto que le dan las
luces es impactante.
Como podréis deducir, el Mont Saint
Michel, es un lugar que me ha sobrecogido, emocionado e impactado hasta tal
punto que cuando caminaba de vuelta a nuestro coche, para volver al hotel y
continuar rumbo hacia otros parajes de la Bretaña francesa, no podía dejar de
darme la vuelta y dirigir la mirada de nuevo a la ciudadela amurallada y la
abadía, arriesgándome a convertirme en estatua de sal, como la mujer de Lot
abandonando Sodoma, sólo que estamos en Francia. A vosotros también os pasará.
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