Estoy en Madrid. Es un día cualquiera, quizás sea un sábado y voy al cine. He elegido la última película de Dustin Hoffman y Emma Thompson, una tragicomedia romántica en la que lo mejor, de lejos, es la pareja protagonista: inconmensurables los dos, dando una lección plano tras plano de lo que es comunicar en pantalla.
Pero antes de entrar en el cine, situado en la zona de Princesa, entro un instante en el Vips cercano (libros de lujo de arte y fotografía a precios escandalosamente bajos), y después, en una liturgia que repito siempre, doy una vuelta por mi librería favorita en Madrid, bueno, en realidad por dos de mis librerías favoritas, pues son dos librerías en una.
Me refiero a “8 y medio” y a “El Gatopardo”, dos espacios comunicados entre sí (nunca he sabido si son dos librerías distintas desde el punto de vista comercial) dedicados fundamentalmente al libro, y con una dirección común: Martín de los Heros, 11,. Creo recordar que he leído en alguna parte que “8 y medio” es la mejor librería del mundo dedicada al cine.
No me cabe duda de que es una exageración sin mucho fundamento, pues no hace falta ser un gran experto para echar de menos muchas cosas, muchos títulos, algunas referencias… Pero sin duda estamos hablando de una librería admirable, en la que el aficionado, en un ambiente relajado y profesional, encuentra abundantes motivos para ser feliz hojeando libros sobre cine en español y otros idiomas, y echándole un vistazo a pósters, fotografías, dvds, y demás artilugios y objetos siempre relacionados con el séptimo arte.
Si uno llega hasta el final de la tienda, descubre de repente no sin sorpresa que no ha llegado al final, sino a un estrecho pasillo en el que habitan unas estanterías cargadas de libros, y que conduce a otro espacio libresco, a “otra librería” apodada “El Gatopardo”, y en la que lo relacionado con el cine ha perdido su reinado a favor de la literatura española y universal, especialmente las novelas del XIX y XX y las biografías.
La librería de repente se ha convertido en una café, un pequeño y coqueto café, no más de cuatro mesas y un pequeño sofá donde poder conversar. De fondo escucho o creo escuchar a Billie Holliday cantando My Man. De repente me siento acompañado, R está conmigo en la librería sentada frente a mí, pide un descafeinado y yo un té verde con mucho azúcar. Acabo de comprar las memorias de Marilyn Monroe “My Story”, también voy con la idea de comprar la novela de Edith Wharton Ethan Frome en la edición del sello Alba. Pero la sonrisa pícara de R me distrae y como siempre me tiene embelesado. Quiero comprar la novela porque es un regalo, quiero que lo envuelvan cuidadosamente, incluyéndo un hermoso señala páginas de cartón en el que se ve a Burt Lancaster, con chistera, guantes y bastón, es decir, materializado para el fin de los tiempos en el viscontiano Gatopardo.
Han pasado varios días y en el AVE camino de Barcelona ponen en las pantallas del tren de Renfe Vicky Cristina Barcelona de Woody Allen, miro muy por encima los contenidos de la revista corporativa de la empresa ferroviaria española, titulada Paisajes desde el tren. Y entre reportajes de viajes, una entrevista a la nueva académica de la RAE Inés Fernández-Ordóñez, y publicidad de coches fabulosos y relojes de “ensueño”, me entero de que Luis Antonio de Villena acaba de publicar en la editorial Gedisa un libro que no podía pasarme desapercibido: El Gatopardo. La transformación y el abismo, y en cuyas páginas el poeta y escritor ofrece un ensayo sobre la obra maestra de Visconti, analizando la película del italiano y aportando su particular reflexión sobre un asunto tan manido pero tan fascinante como la decadencia.
A la vuelta de Barcelona y cuando llego a casa rebusco en las pilas de libros que se me acumulan en la habitación de estudio. Y sí, no tardo con dar con lo que buscaba, un libro que encontré hace semanas en una librería del centro y al que aún ni siquiera le he quitado el precinto: Recuerdo de Lampedusa (Pre-Textos), de Franceso Orlando, un librito de no muchas páginas publicado por vez primera tres años antes de que yo naciera, 1963, en las que el escritor italiano nos da su particular retrato del creador de El Gatopardo, hablándonos de sus gustos, sus hábitos, sus ideas sobre Italia y sobre Sicilia… Dice la publicidad del libro que es la obra más importante sobre el autor de El Gatopardo. Lo desconozco, claro. Pero ante tantas señales premonitorias, conducentes a uno de mis personajes de ficción predilectos y a sus creadores (Lampedusa y Visconti), sólo me queda dar comienzo a la lectura de este librito, y hacerlo con la ilusión de quien espera reencontrarse con un buen amigo.
Y vuelvo a pensar, tengo que volver con R a tomar de nuevo un café a “El gatopardo”, aunque no consigo saber si realmente ha sido un sueño…
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