sábado, 1 de febrero de 2014

Paris

París es una de mis ciudades favoritas. Paris deja marca, deja una cicatriz que no puedes evitar recorrer con los dedos mientras haces memoria y sonríes.

Hay cosas maravillosas en Paris que deben ser visitadas, algunas de ellas son imprescindibles: Paseos por el Sena, Panteón, Saint Sulpice, St Michel, Notre Damme, cualquiera de sus parques y por supuesto la Torre Eiffel (donde 45.000 personas se piden matrimonio, 30.000 se piden el divorcio todos los años, y solo 27 a lo largo de la historia han tenido el buen gusto de suicidarse desde allí). También el barrio de Montmartre, Moulin Rouge, Sacre coeur, la casa de Paul, Museo d´Orsay, el mercado de Clignancourt, las Galerías Lafayette, sus vagabundos, los/las transexuales del bosque de la Boulogne…y mi parada favorita de metro con su estupendo barrio barbes-rochechouart.

Y que más queda, está claro queda El Marais (mi barrio). El barrio del Marais constituye la cara histórica más protegida de Paris, se localiza en el corazón de la ciudad, en el triángulo formado por el Hôtel de Ville, la plaza de la Bastilla y la plaza de la República. A partir del s. XIII, los monjes empiezan a cultivar sus huertos que se encontraban en el recinto. En el s. XV, el rey instala allí su residencia, el hotel Saint-Paul. En el s. XVII, el barrio cobró auge gracias a la construcción de la plaza Real (actual plaza de los Vosgos). En el s. XVII y XVIII, se edificaron los mejores hoteles: hotel de Sully, del Carnavalet, de Soubisse, de Rohan, entre muchos otros. A principios del s. XX, se instaló el barrio judío alrededor de la calle Rosiers, que acoge un gran número de recién llegados de toda Europa central que completan la miscelánea de pequeños artesanos de la confección.

Una visita obligada es el cementerio de Montparnasse, es una especie de atracción turística más para la tropa de vivos que van a rendir homenaje a los muertos. Entre ellos, se encuentra un gran número de escritores y artistas. Las tumbas de Sartre, Beauvoir, Vallejo, Maupassant, Ionesco van desfilando entre miles de personajes que no han tenido la suerte o la desgracia de ser famosos. El cementerio está formado por un armonioso conjunto de callecitas y senderos con flores y lápidas a ambos lados. En su entrada hay un mapa donde nos sitúa las tumbas de su polvo más célebre.

Cuando uno llega a la tumba de César Vallejo le vienen a la memoria unos famosos versos “Me moriré en París con aguacero, un día del cual ya tengo el recuerdo.” No en vano, el escritor peruano pronosticó su final y acabó sus días en la pobreza y la soledad de un hospicio parisino.

Encontrar la tumba de Julio Cortázar es como jugar a la rayuela. 3a división, 2a sección, 17 oeste. Extraña diversión en un cementerio. La lápida está dividida en dos, Carol Dunlop, su última mujer en la parte superior y Julio en la inferior. Un montón de piedrecitas sobre la tumba, algún cigarrillo, mensajes escritos: “Julio, gracias por la búsqueda” y flores.

Samuel Beckett ocupa (o el cemento que cubre su polvo) un lugar prominente a un lado de los pasillos principales. Uno no puede evitar rememorar a Vlamidir y Estragón y hacer algo cómico en homenaje ante su tumba. Desabrocharse las botas y tratar de abrochárselas durante cinco minutos es suficiente.

“Deambulo por los días como una puta en un mundo sin aceras”, posiblemente Emil Cioran sienta en su propio polvo sus palabras, escondido entre las innumerables lápidas del cementerio.

Vivos y muertos: extraño collage. En la serena atmósfera del cementerio de Montparnasse, los curiosos pasos del viajero se mezclan con el silencio final de hombres y mujeres que no son más que polvo y algunos, con suerte, también son recuerdo.

Atracción turística en estado de morbo puro aunque inevitable para muchos. De todas maneras, ningún mal hace llevarle unas rosas a Sartre, un sombrero de copa a Beckett, unos gitanes o una cinta de jazz a Julio o que la embajada peruana se acuerde ahora de César con una banderita.

Justo enfrente del cementerio, en dirección al sur, se halla el restaurante Chez Papa. Cocina vasco-francesa capaz de levantar a un muerto por 10 euros el menú.

Hay muchas más cosas que iré comentando en otras notas, y otras que podéis prescindir de visitar por sobrevaloradas por ejemplo el Louvre (estupendo por fuera pero por dentro, nuestro museo del Prado no tiene nada que envidiarle) o el feísimo  Museo de Picasso (bendito Picasso perdónales por no darte el museo que mereces).

Paris, te amo.

 “-¿puedo hacerte un masaje en los pies?

-¿porque quieres darme un masaje en los pies?

-Pues porque te duelen.

-¿de veras?

-Sí, has pasado la noche corriendo por mis sueños.”

Paris Je T'aime

 “De tanto comportarse como un hombre enamorado, volvió a enamorarse”.

2 comentarios:

  1. Me encantan tus historias y que hayas decidido ponerlos en un blog. Echaba de menos leerlos desde que diste de baja en facebook

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  2. Que sorpresa mas agradable encontrar tu blog, me gustan muchos tus historias, ahora que no veo tus recetas en el otro blog. Un besos

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